La película contiene una escena en la violan al Supremo. Hasta el Todopoderoso, quien bajó del cielo ayer a las ocho quince en Palermo Hollywood, afirmó que “se fueron al carajo”.
“Las desventuras de Dios” llega a las pantallas tras deambular por distintos festivales internacionales y sin que ningún distribuidor se animara a estrenarla en la Argentina.Con el pretexto de hacer una película surrealista (Dalí, Buñuel y los firmantes del manifiesto deben estar revolcándose en sus tumbas) se acumulan en la pantalla situaciones ridículas que provocan en el espectador incomodidad, no por conmoverlo sino por hacerle sentir vergüenza ajena ante lo que está viendo.
No sólo los surrealistas sucumbieron ante los arrestos creativos de Subiela, sino que hasta Freud cae víctima del director que no se priva de hacer que el protagonista del film se coma a la madre y la vomite posteriormente, con el agravante de que el protagonista es el mismísimo Dios, actuado por un Emilio Disi que intenta salvar la película apelando al chiste fácil y a diferentes variedades de caras de pelotudo y de "dios", como si estuviera actuando un sketch televisivo con Susana Giménez.
El punto más controvertido y fuerte de la película transcurre cuando Dios decide tomar unas cervezas en un bar marginal, y termina tan alcoholizado que un grupo de cuatro skinheads lo ultraja en el baño del reducto, para luego deponer sobre el Supremo, quien no intenta defensa alguna.
Es que Subiela, desde “El lado oscuro del corazón” a esta parte, ha hecho de la ilustración de las metáforas su marca de estilo y no hay nada más torpe cinematográficamente hablando que la puesta en escena de manera explícita de una metáfora.
Cinematográficamente inexistente, ideológicamente confusa, artísticamente nula, “Las desventuras de Dios” asusta por su torpeza y hace que una vez más uno se pregunte si alguna vez Subiela volverá a filmar algo que se emparente medianamente con el cine.
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