2009: el Año de la Liberación Masculina

"No hay con qué darle: son todas putas. De la primera a la última". La reflexión surgió apenas terminada la lectura de cierto catálogo de señoras en poses sugestivas. Pero, por alguna razón, sonaba extrañamente familiar. La sentencia, urgente, arbitraria, un poquito intolerante, aparecía como un intento de respuesta ante la pregunta que desvela a la Humanidad desde sus orígenes: ¿qué quieren las mujeres?. Y la respuesta más extendida, adoptada con resignación por la mayoría de los hombres ante el desconsuelo de la noche solitaria, parece ser ésa: quieren guita. Les gusta la guita. Y los peluches, y los temas de Axel, pero, por sobre todas las cosas, la guita.
Desde hace algunas décadas, la baja del nivel de exigencia en la escuela secundaria, así como la diversificación de medios de distribución de pornografía, le permite a las mujeres el acceso a toda clase de oportunidades laborales que antes les estaban vedadas. En un mundo que tiende a la desintegración de las fronteras, a la comunión entre razas y a la aceptación de la discapacidad (hecho demostrado por la elección de Cumbio como personaje del año 2008), parece un hecho positivo que las mujeres se atrevan a asumir roles históricamente reservados al género masculino. No obstante, durante los últimos años los hombres asistimos a la gestación de un fenómeno que pronto puede desplazarnos de las posiciones de privilegio que con dignidad supimos conquistar a lo largo de siglos de fuerza bruta e incivilidad barrabrava.
La primera señal de alarma sobre este fenómeno tuvo lugar en 1992, con el conmovedor caso del odontólogo Ricardo Barreda. Un buen día, harto de las constantes exhortaciones de su familia a realizar "trabajos de Conchita", este ilustre profesional decidió acribillar a la discriminación de género en un verdadero acto de insurrección contra la (entonces incipiente) dictadura del tampón y la toallita.
Aquello sería ganar la batalla, pero no la guerra. De aquel tótem de virilidad que se niega a ponerse el delantal y podar la parra, al muchachito blandengue de hoy, que asiste a un concierto de Madonna "para cuidar a mi novia", ¿que le pasó al mundo? Para ensayar una respuesta, un buen punto de partida es el correo de la revista Cosmopolitan, donde mujeres de todas las edades buscan la mejor manera de independizarse del género masculino: Rosa de Berazategui pregunta donde puede llevar a arreglar su ConsoMatic a galena; Vanesa de Gerli comenta que besó a su mejor amiga y le gustó; y Sarita de Bernal pregunta cuál es la mejor técnica para mear de parada. Meros botones de muestra de una tendencia que encuentra su máxima expresión en el género literario del momento: el de las turritas de 30 años, profesionales y con amigo gay, que, no conformes con probar una poronga distinta por semana, se lamentan de no poder encontrar el amor.
Inspiradas por el cuarteto semilésbico de Sex and the City, estas cerdas intentan trasladar al contexto de un país latinoamericano y tercermundista como el nuestro el modelo de minita con laburo copado y afición por los zapatos caros (o "llantas peolas") que camina con la vista en alto y el pelo ondulándose al viento. Las muy zorras se creen dueñas de un supuesto talento literario que las lleva a escribir weblogs "confesionales" donde se despachan contra cada hombre que conocen en insufribles peroratas matizadas con referencias a películas y series yanquis. "Los hombres son todos iguales, ya no los necesitamos", aseguran, para luego tocarse mirando una foto de Vicente Viloni.
Ya en la adolescencia empiezan a mostrar ciertos aires de minas superaditas. Apenas acostumbrada al ritmo reloco de las primeras secreciones de flujo sanguinolento, la flamante señorita le entrega la flor primaveral de su inocencia a un pelotudo de veintipico sin problemas de acné ni ortodoncia permanente. ¿La razón? "Porque los chicos de mi edad son muy inmaduros y sólo piensan en eso; en cambio, uno más grande te valora como persona". Claro que sí.
Habiendo logrado la dura empresa de terminar el secundario sin embarazarse en el camino, la fémina se decide a estudiar una carrera universitaria. Allí enfrentará el desafío de sostener aquello de que las mujeres son tan inteligentes como los hombres, llevando como estandarte la interminable lista de mujeres que escribieron la historia grande de la ciencia: Marie Curie, la esposa de Pierre Curie, la señora Curie, esteeee... etcétera. De ahí en más, las publicidades de shampoo y algunos logros profesionales les harán asumir el papel de ninfas inalcanzables, siempre acechadas por seres inmundos que sólo piensan en arrimarles el amigo sin mediar palabra. Por eso se estiran la remerita cuando caminan por la calle. Por eso se separan cuando los abrazos se vuelven un poco largos. Por eso rezongan en el subte cuando sienten que las puertean por Colectora. Por eso hasta las más feas salen por la tele diciendo que toman "las precauciones básicas" cuando escuchan sobre un violador suelto.
¿Pero en qué están pensando? ¿Acaso creen que nos gusta soportar sus ínfulas de diva, su falsa moral de niña exploradora que se tapa cuando pasa por una obra en construcción pero que sonríe satisfecha después de recibir una lluvia de halagos violentos por parte de una horda de albañiles paraguayos en celo? ¿Eh? Sépanlo: la imagen de la mujer como objeto de divinidad quedó relegada hace rato a las luminarias de Hollywood. Internet, los avisos truculentos de la última página de Viva y unas cuantas publicidades de la tele nos demuestran que su ideal de perfección está muy lejos de la realidad. Nos hicieron saber que ustedes, por ejemplo, sufren de constipación (hecho derivado de la triste verdad de que también cagan) y hasta son propensas a tener hongos vaginales. Por no decir que se arrogan una supuesta fortaleza superior a la de los hombres por el hecho de parir, pero bien que lloran con películas sensibleras sobre gente que viaja en el tiempo (como ésta o ésta otra) y se hacen encima cuando aparece la pendejita de La llamada. Y sí: aunque no se los digamos, nos damos cuenta de cuando se olvidan de afeitarse ese bigotito ralo y traslúcido que a menudo les ensombrece el bozo.
Hombres del mundo: llegó el momento de decir basta. De demostrarles a estas zorras que si nos llaman el "sexo fuerte" es porque podemos sobrellevar el abandono de cualquier pendeja sin llorar como maricotas ni dedicarle un "te extraño, perdoname" en el nick de Messenger. De ignorarlas por completo en los boliches, y de no darles el gusto si vienen a buscarnos ellas (a menos que la chica en cuestión sea Jessica Alba, cosa que de todas formas no va a pasar). De hacerles saber que, con una conexión de banda ancha y un poco de imaginación, podemos arreglarnos solos.
¡Y que el 2009 sea el Año de la Liberación Masculina!

Nota: chicas, no me denuncien al INADI. Repitan conmigo: ES UN CHIS-TE. Chicas... ¿dónde están? ¿Se fueron todas? ¡Vuelvan, por favor!.
(Publicado originalmente en Risas Grabadas por Sargento Pepe)

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